"Si, al igual que yo, sois de los que creeis que tenéis poco que enseñar, mucho que aprender y aún más que compartir, éste es vuestro blog".

lunes, 23 de febrero de 2015

JP-733. TAL Y COMO SUELE SUCEDER EN LA VIDA: POCO PREMIO PARA TANTA VOLUNTAD. Sábado, 21/02/2015


Tarde gris tras una mañana y un mediodía de lluvia. Peces que no pican en un río que no se deja leer.  Horas de lances mecánicos y apáticos. Cuatro truchas que, en algún rincón y de un modo esporádico comen algo que no está en tu caja de moscas... Hay días en los que, de poder elegir, mejor dedicarse a otra cosa que a pescar. El problema está para los  que no podemos elegir, y que hemos de aprovechar las escasas ocasiones que se nos presentan para practicar nuestra afición favorita. En días así, una sola trucha ya es recompensa suficiente, pero los más perseverantes continuaremos metidos en el río hasta el final de la jornada, sino con fe, si que por lo menos con la esperanza de que a las cinco de la tarde abran la pastelería del pueblo más cercano para ir a merendar.  




JORNADA DE PESCA Nº 733

Nota preliminar. como en otras ocasiones en que se pescan zonas libres sin muerte, en las que todo y estar fuera de zonas trucheras hay presencia de truchas, se omite en este artículo la localización exacta de los escenarios pescados, con miras tanto a incentivar a los otros pescadores a que exploren las mismas y saquen sus propias conclusiones, como para evitar que una información sensible, en lo que respecta a peces de alto valor deportivo, pueda ser objeto de mal uso por colectivos fuera de la legalidad.


A menudo, ya suele suceder en la vida que hay veces que por más voluntad que pongamos en algo, por más esfuerzos y energías que gastemos en la consecución de un objetivo, las recompensas obtenidas a cambio son escasas o incluso nulas. A veces, no todas pero si con frecuencia, esto se debe a que, obnubilados por la pasión por lo que queremos hacer, no atendemos a razones ni hacemos caso del sentido común que, al fin y a la postre, suele ser el menos común de los sentidos.
Algo así es lo que me sucedió en esta jornada de pesca, en un sábado gris y lluvioso de febrero, en la zona libre del Ter: recibí una muy escasa recompensa, en forma de una sola trucha fario, a cambio de un día lleno de contrariedades e infortunios.    
De hecho, los contratiempos comenzaron bastante antes de llegar al río, e incluso de ponerme de camino al mismo. La tarde del día anterior, o sea viernes, comencé a sentirme indispuesto, presa de un fuerte dolor de cabeza y de calambres musculares. Esa misma noche, tras un buen "chute" de ácido acetilsalicílico, sudé la gota gorda, empapando sábanas y pijamas en lo que parecía ser el combate del cuerpo contra un virus.
Pero sonó el despertador, a la habitual hora temprana, negra noche todavía, a la que los sábados me levanto para ir a pescar, y pese a hallarme cocido en mi propio sudor, y de no haber dormido ni un par de horas de un modo decente (las otras horas fueron un duermevela repleto de pesadillas), mi mente, clamando por su magra ración de pesca semanal, se impuso a un cuerpo derrengado y exhausto, y tras una rapidísima ducha y otra aspirina, me puse rumbo al río. La verdad es que, pese a todo, el madrugón y una buena dosis de cafeína hicieron que, a priori, me encontrase mejor que la noche anterior... o esa sensación me dió.
Gran parte de la energía que saqué de donde  no la había, reconozco que vino de la rabia que sentía porque para mi (siempre mas que deseado, ansiado) día de pesca, la previsión del tiempo era de lluvia, debido al paso de un frente que ¡mirad por donde!, no tenía otro día mejor que pasar, tras una semana de bonanza, que precisamente el sábado.   
De camino a las comarcas centrales gerundenses, ya que mi objetivo era el de pescar la zona libre del Ter, la alborada ya reveló, con su luz cenicienta y su cielo gris, que la previsión del tiempo iba a acertar. Para evitar males mayores, en forma de remojón, opté por enfundarme con el chubasquero a la hora de cambiarme de ropa.    
De nuevo, volví a la "zona cero" de las riadas del pasado mes de Diciembre, cuyo efecto se multiplicó por el desbordamiento de la presa del pantano de Susqueda. En esta ocasión, y a diferencia del tramo del río en que pesqué durante mi última visita, a finales de enero, los efectos del "tsunami fluvial" me parecieron menos graves en el sector en que estuve en esta jornada, o por lo menos vi bastantes me nos árboles derribados y cruzados en el río. Otra cosa, es la fuerte erosión de las orillas, que encontré muy acentuada. 
Pese a lo encapotado del cielo, y al elevado grado de humedad, todavía no llovía cuando un poco antes de las diez de la mañana llegué a pie de río; de un Ter con un caudal bajito, de los que garantizan un cómodo vadeo, y con un agua tan limpia que invita a pescar. 
Por un momento, el día parecía augurar algo bueno, y así fue a lo largo de la primera media hora larga de pesca, cuando pescando a ninfa en unas corrientes clavé la que sería primera y única trucha del día, gracias a un perdigón de color rojo chillón, que estaba haciendo derivar junto con una bolita de señalizador de picada. Y aquí terminaron todas las alegrías, pues mientras la manipulaba para hacerle la foto de rigor, se me escurrió de las manos y cayó al río sin llegar a ser inmortalizada y expuesta en la cabecera de este artículo.
En un principio, no le dí demasiada importancia al incidente, pues estaba seguro, en ese momento, de que ya habría ocasión de pescar algún que otro pez más. Sin embargo, a eso de las diez y media comenzó a llover, y a partir de allí todo cambió. 
Al principio, la lluvia era débil, y salvo algún pequeño repunte al alza, la precipitación no pasó de moderada. Todo y así, viendo que no picaban y que me estaba mojando inútilmente, fui a buscar refugio entre la espesa fronda, en donde apenas se notaban los efectos de la lluvia.
Sobre las doce y media, paró de llover y volví al río caña en ristre. El día había quedado gris y húmedo, pero al menos la ausencia de lluvia hacía el paseo fluvial menos incómodo. 
Ante la ausencia de actividad por arriba, seguí prospectando el río a ninfa, probando perdigones y ninfas clásicas a diferentes profundidades, hasta que la acción de pesca se fue convirtiendo, con el paso de las largas horas sin picadas, en algo mecánico y repetitivo, y finalmente llegó el temido momento en el que el río "se cerró", o sea perdí toda lectura del mismo, al que comencé a ver como una masa informe de agua.
En estas largas horas de inactividad, hasta las dos de la tarde mas o menos, lo único que rompió la monotonía fueron mis desventuras, en forma de dos tropezones con las rocas húmedas de la orilla, gracias a los cuales me dí un par de buenos golpes, uno en las posaderas y otro en la rodilla derecha. Esta visto que cuando se pierde la concentración pescando, se termina perdiendo toda concentración, y esto es peligroso, pues el día menos pensado puedo lesionarme en serio, y encontrarme en serios apuros estando lejos del coche.
A las dos de la tarde, tras una pausa para tomarme uno de mis sempiternos tes con limón y fumarme un par de cigarrillos, me puse a andar río arriba sin pescar, mirando ya de buscar truchas activas en superficie, en aras de no desgastarme más con una acción de pesca a ninfa que se estaba demostrando totalmente infructuosa. 
El paseo conllevó un cambio de zona que surtió resultado, y en unas aguas casi paradas encontré ¡por fin! indicios de actividad, pero de una actividad en superficie de esas que te hacen arrugar la nariz de pura desconfianza... pues se trataba de los tenues circulitos, muy esporádicos, de un grupo reducido de truchas que estaban comiendo emergentes. De hecho, había una eclosión, aparentemente muy escasa, de ignitas, pero no pude determinar bien si es que era escasa en si, o era que las truchas ya las comían en estado emergente y no llegaba a la superficie ni una pequeña parte de la eclosión.
Como estaba totalmente ansioso con el hallazgo, me puse a lanzarles emergentes y adultas como un poseso, con total precipitación y sin rectificar el bajo que llevaba para ninfa, de tal manera que los peces no hicieron ni caso de mis imitaciones.
La verdad es que la caña que llevaba, la Scott A2 de 10 pies para linea 6, tampoco es que sea un dechado perfección para pescar fino a seca, pero reconozco que otras veces bien me ha servido para salir airoso de desafíos incluso más complicados. Sin embargo, en esta ocasión, más que la caña fue el pescador el que no estuvo a la altura de las circunstancias, pues todo y que rehice como pude el tramo final del bajo, las presentaciones siguieron siendo de p... pena. En un par de ocasiones, escuché un extraño chapoteo a mi espalda: era mi mosca, que golpeaba el agua tras una parada trasera infame. Finalmente, la gota que colmó el vaso fue el impacto de la mosca en mi caña, provocado no ya por un brazo extendido en un angulo absurdamente abierto, sino también por un incontrolable temblor de la muñeca, y es que estaba tiritando de frío al llevar tanto rato metido en el agua, a la altura de la cintura. Había entrado en la postura poco después de las dos, y ¡ya eran las tres y cuarto de la tarde!. Además, me estaba casi orinando encima así que ¡tocaba tirar la toalla!.
Vadeando camino de la orilla, noté algo raro, algo así como una pérdida de presión alrededor de la cintura, y es que se me había caído al agua mi vieja faja lumbar, que ya tiene el velcro totalmente desgastado. Así que aguantando el pis como pude, y haciendo de tripas corazón, volví sobre mis pasos para buscarla, pues la casi nula corriente apenas si la había desplazado un metro de donde había estado pescado. Esta vez tuve suerte, y la puede recuperar, pero la alegría por  la no pérdida duró poco: agobiado por las ganas de hacer pis, decidí atajar recto hacia la orilla, y al llegar a otra posición, que no era por donde había entrado, el talud estaba completamente embarrado, así que dí un buen traspiés intentando salir del agua y me empotré de bruces contra el barro...¡Vaya día!.
Satisfechas las necesidades fisiológicas, y fumado un cigarrillo como medida urgente anti-stress, me fui con viento fresco con la intención de dar por acabada una jornada de pesca con tantas desventuras, pero de camino hacia el coche, casi un kilómetro de río más arriba, y en unas corrientes de moderada velocidad, comencé a ver cebas de las que hacen concebir esperanzas, o sea de esas de gran círculo, de las que "se ven bocas", de las que incluso hacen ¡plof!.
Esta vez intenté concentrarme más, rehacer el bajo de linea de un modo más decente, pero ya puesto en acción de pesca todo resultó inútil, pues no hicieron ni caso de mis moscas. Todo y que era evidente de que estaban comiendo rhodanis, ni la imitación de esta mosca, ni la de su estadio emergente surtieron efecto, y acabé realmente desquiciado probando incluso de pescar largo con microninfa, o con un tándem de imtación de rhodani y pequeña ninfa sin apenas peso.
A las cinco y cuarto de la tarde llegaba al coche completamente agotado, tanto física como psicológicamente. Una trucha despistada había salvado el bolo, pero el día había sido realmente de los que son para olvidar. Poco antes de abandonar el río, había echado un vistazo a un enorme parado de agua, cuya imagen me pareció la viva imagen de la apatía. Adiós y hasta la próxima, que espero sea pronto. Marcho del río en una tarde gris, tras una mañana y un mediodía de lluvia. Peces que no pican en un río que no se deja leer. Horas de lances mecánicos y carentes de intención. Cuatro truchas que, en algún rincón. y de un modo esporádico, comen algo cuya imitación no está, ni por asomo, en tu caja de moscas... Hay días en los que, de poder elegir, mejor dedicarse a otra cosa que a pescar. El problema está para los que no podemos elegir, y que hemos de aprovechar las escasas ocasiones que se nos presentan para practicar nuestra afición favorita. En días así, una sola trucha ya es recompensa suficiente, pero los más perseverantes (o los más chiflados, es de justicia reconocerlo) continuaremos metidos en remojo en el río hasta el final de la jornada, por desventuras que nos acontezcan, sino con fe, si que por lo menos con la esperanza de que lleguen las cinco de la tarde y abran la pastelería del pueblo mas cercano, para ir a merendar.                       


JORNADA DE PESCA Nº 733

Temporada 2014 - 2015 - Nº 14

Zona libre del Ter
Río Ter

Pescador:
Ferran RUBINSTEIN

Capturas:
1 trucha fario a ninfa

Climatología: mañana, tiempo nublado y lluvioso con temperatura templada; tarde nublada sin oscilaciones de temperatura.

Caudal: bajo

Condiciones de vadeo: sin dificultad, pero con la ayuda del bastón de vadeo por lo resbaladizo de las rocas, debida la acumulación de algas.

Hora de inicio de la jornada: 09,45 h.
Hora de finalización de la jornada: 17,00 h.

Las música de hoy:

Viaje de ida:

Sinfonía nº 8
Obertura Solemne
Alexander Glazunov

Obertura-Concierto en "FA" mayor
Joachim Raff

Viaje de vuelta:

Concierto para piano y orquesta nº 3
Concierto para piano y orquesta nº 4
Anton Rubinstein

Danzas de Galánta
Zoltan Kodály

Líneas Tensas!



Ferran RUBINSTEIN


  

sábado, 14 de febrero de 2015

JP-732. LAS CARPAS DEL LLOBREGAT CELEBRAN SU RÚA DE CARNAVAL NO MUY LEJOS DE MI CASA. Sábado, 14/02/2015


La relativamente corta jornada de pesca del fin de semana de Carnaval y San Valentín, ha estado exclusivamente dedicada a la pesca de ciprínidos a mosca, en una zona libre sin muerte muy cercana a mi casa. 



JORNADA DE PESCA Nº 732


Nota preliminar: de nuevo, una jornada de pesca discurre en una zona libre sin muerte, en este caso del Llobregat. En el caso que nos ocupa, no hay presencia de salmónidos en latitudes tan bajas de este  río, concretamente entre la desembocadura del mismo y Martorell, pero si que hay abundancia de ciprínidos, y debido a que estos son objeto de pesca ilegal, con muerte y posterior ingesta de los ejemplares sacrificados, por parte de colectivos de pescadores furtivos, sobre todo de aquellos que en sus países de origen esta especie de peces son considerados un auténtico manjar, obviaré entrar demasiado en detalle acerca de los escenarios en los que he estado pescando, con el fin de que la información contenida en este artículo no sea objeto de mal uso..


Los caprichos del calendario han querido que, este año en concreto, coincidiesen San Valentín y el Carnaval. Ambas fechas, la primera fija, y la otra móvil, suelen marcar el inicio de la recta final del invierno, que culminará con la tan ansiada desveda de la trucha poco antes de San José. Todo y que por estas fechas hay días que auguran la primavera que está por venir, no fue este el caso de este sábado, por lo menos en las cercanías de Barcelona capital, en donde un cielo gris y plomizo nos ha recordado que el invierno está todavía bien vivo. Por suerte, no llovió, ni durante la jornada de pesca, ni tampoco durante las rúas de Carnaval, y la temperatura tampoco fue rigurosamente baja, lo que permitió a muchos lucir disfraces ligeros de ropa sin gran riesgo de pillar un catarro.
Como cada año, había prometido a mi hija llevarla a la rúa de Carnaval del distrito, así que en un principio había descartado en mi agenda este sábado como hábil para la pesca. Sin embargo, debido a que susodicho evento no comenzaba hasta las cinco de la tarde, y el punto de inicio del mismo era al lado mismo de mi domicilio, aproveché la circunstancia de tener tiempo libre, hasta las tres y media de la tarde, para retomar otro de mis proyectos que siempre dejo para mejor ocasión: el de ir a pescar ciprínidos a mosca.
Esta premura de tiempo, habida cuenta que tenía que estar de vuelta a casa a una hora inusualmente temprana, me hizo desistir de ir a probar suerte con los ciprínidos de ríos lejanos de los que tenía muy buenas referencias, y finalmente probé suerte en un sitio en donde nunca hasta ahora había intentado este tipo de aventuras de pesca, todo y tenerlo a escasos kilómetros de mi casa, o sea en el tramo bajo del río Llobregat, que desde su desembocadura, en el Prat de Llobregat, y hasta Martorell es considerado zona libre sin muerte.
De un modo inconsciente, y sobre todo apriorístico, muchos pescadores del area metropolitana de Barcelona desdeñan pescar en este tramo bajo del Llobregat, debido a que tiene fama de estar "lleno de mierda" y ser poco menos que una cloaca al aire libre. Quizás esto fue verdad en el pasado, pero hace ya muchos años que gracias a las depuradoras y a un mayor celo medioambiental, las aguas de este río a su paso por el Baix Llobregat están mucho más limpias, y desde mediados de los años 90 la vida de aves, peces y anfibios ha vuelto a lo que había sido un río prácticamente muerto.
Otra cosa, es que el entorno no sea precisamente de "reportaje de National Geographic". Cierto es que aquí, en plena area metropolintana, el río discurre flanqueado por infraestructura viarias de gran envergadura, tales como la autovía A-2, la autopista B-23 o la mismísima vía del AVE, pero no es menos cierto que también aquí el río es de considerables dimensiones, con una gran lámina de agua incluso en los meses de menores precipitaciones, y que además el entorno de las orillas está cada vez más recuperado para el ocio de los ciudadanos, en forma de senderos y pistas para la práctica de actividades deportivas tales como senderismo, footing o bicicleta de montaña. Como pescador preferentemente de truchas, ya os puedo decir que he pescado en cotos urbanos y suburbanos, en muchos pueblos del Pirineo, en que uno tiene más la sensación de estar "pescando en medio de la calle" mucho más que en el suburbano tramo bajo del Llobregat. Además, y aunque suene simplista decirlo "un río es un río", y por poco que uno se concentre en la acción de pesca, verá que pronto se aísla de si pasan coches o pasan trenes... y si los peces pican, bien rápido se le pasan a uno las manías con el entorno.
Además, la ocasión la pintaban calva, pues es precisamente en estos meses de anticiclón invernal cuando, debido a la ausencia de precipitaciones continuadas y torrenciales precisamente el río baja con el agua más clara, y con el caudal más bajo y apto para un vadeo sin riesgos.
Acostumbrado a mis manías y rituales, en esta ocasión tuve que adaptarme a cambios bastante inevitables. Dado la cercanía de mi destino de pesca, me escapé del habitual madrugón, e incluso desayuné en casa. Tampoco hubo tiempo para la música clásica, pues en realidad es más o menos por donde comencé a pescar el punto en donde, cuando salgo de Barcelona por la Diagonal, justo comienzo a escuchar música, tras haber estado pendiente de los partes del tiempo y del tráfico en la radio. Hubiera podido empezar a escuchar alguna sinfonía o algún concierto de mis queridos compositores, pero preferí no dejarla inacabada, pues de hecho el viaje no daba ni para concluir apenas una obertura o un preludio..
Fijado el objetivo de estar a las diez ya a pie de río, ya que en esta época el año es bastante poco productivo ponerse a la faena demasiado temprano, me llamó poderosamente la atención que el cuentakilómetros de mi coche marcase menos de 15 kilómetros, mas de tres cuartas partes de los mismos recorridos por vía rápida,  al llegar a mi destino: el aparcamiento de un centro comercial de una de las populosas localidades ribereñas, en donde dejar el coche en lugar seguro, pagando el precio de dar el "espectáculo", por cierto muy inusual por estos pagos. de cambiarse de ropa en medio de la clientela que accede a hacer sus compras. Por suerte, aún no eran ni las nueve y media de la mañana, y había tardado un poco menos de veinte minutos en llegar desde mi casa.    
Dicho y hecho, a las diez de la mañana ya estaba haciendo la primera varada del día, equipado en esta ocasión, en previsión de peleas con peces muy poderosos, con la caña más potente que tengo, que no es otra que mi último "autoregalo" de Reyes, mi flamante Adams de 9 pies para línea 8, adquirida a mi buen amigo Dani Riverboy; toda una demostración de "artillería pesada" para un día de pesca cuyo objetivo eran peces de gran tamaño y potencia. Aquí he de decir que la susodicha caña, junto con el carrete Adams con freno regulable  y la línea 8 WF de la misma marca se comportaron muy bien, cumpliendo e incluso superando las expectativas que en ese equipo había puesto.
Todo y que la jornada tenía que ser forzosamente corta, y el tiempo no me sobraba, dediqué una buena hora en lanzar streamers de diversos tamaños con la poderosa Adams, y en ningún momento se quedó corta. Lástima que no domine el lance de doble tracción, más que nada porque nunca me he visto en la necesidad de practicarlo, porque estoy seguro de que con este técnica, y la solvencia de la caña moviendo señuelos de considerable volumen y peso, podría alcanzar grandes distancias. Bueno, quizás ahora que ya tengo la herramienta, quizás sea la ocasión de comenzar a practicar.
El ejercicio de mover streamers, y de recogerlos a diferentes velocidades, tuvo la intención de buscar la picada de algún barbo, e incluso de alguno de los siluros que dicen que recientemente han colonizado la zona, pero esa circunstancia no se dio, así que satisfecha mi curiosidad, y consumida la primera de las escasas cuatro horas que pensaba pescar, pasé ya ha actuar más "en serio", atando a la cola de rata un bajo de línea teóricamente "carpero", o sea un solo tramo del mismo largo de la caña de 0,18 mm. al que puse un codal a 25 cms, del final, con el fin de mover dos ninfas: una pheasant tail verde, tan conservadora como lastrada (bola de tungsteno del 3), y una ninfa negra sin bola, de las que dicen sienten pasión por ella las carpas.
Escarmentado por fracasos anteriores en la pesca de ciprínidos, decidí seguir el consejo de algunos que son expertos en esta materia, y más que malgastar mi tiempo ametrallando el río a ninfazos, cual si estuviese pescando un intensivo de truchas repobladas, me dediqué a pasear y observar el río, con miras a localizar carpas a la vista.
El paseo fue mas largo de lo que me esperaba, pero al fin, en una tabla de corriente lenta, un bajío de esos en que tanto me gusta pescar truchas a mosca seca, divisé una, dos, tres, cuatro, cinco ¡muchas! carpas pastando pacífica y parsimoniosamente. Algunas de ellas eran realmente enormes ¡que subidón!.
El problema, es que las había localizado desde un terraplén, y me iba fatal para lanzar, así que retrocedí, bajé unos cuantos metros río abajo, y vadeé con el fin de abordar las carpas por la otra orilla, y a poder ser por detrás. El otro problema ahora, es que el reflejo del agua no me dejaba ver los peces, pero esto lo consideré incluso una ventaja: no iba a estar demasiado pendiente de sus movimientos, sino que lo intentaría al "estilo trucha", o sea dejando derivar las  ninfas con la mayor naturalidad posible y a poder ser rascando fondo, a través de la "zona caliente" y estando solo pendiente de las evoluciones de la bolita de plastilina que llevaba como señalizador de picada.
La verdad es que no las tenía todas conmigo de que el experimento in the trout fishing style funcionase con las carpas,.pero al cabo de apenas cuatro varadas, clavé al ver una pequeña oscilación del señalizador de picada y ¡brutal! ¡menudo tirón!. Linea tensa, carrete trabajando a todo rendimiento, y se me subió el corazón a la boca al ver el pedazo de enorme carpa que había clavado ¡con la pheasant tail!. Pero... mi gozo en un pozo: cuando tenía al pez cerca de mi...¡se desclavó! y me quedé con un palmo de narices.
Bueno, la cosa pintaba bien, así que seguí avanzando, a auténtico paso de tortuga por la "zona caliente", y cuando iba más o menos por la mitad de la tabla tuve la sensación de haber enrocado, cuando de repente la puntera de la caña comenzó a cabecear con violencia. Tras un tira y afloja larguísimo, tuve a vista un ejemplar de carpón que daba auténtico miedo...-¡como voy a meter eso en la sacadera!, pensé- por desgracia, el dilema se resolvió a favor del gran ciprínido, pues se volvió a soltar. Esta vez, examiné la ninfa (otra vez la pheasant tail había sido la que recibió la picada) y... el anzuelo estaba completamente abierto.
Estaba feliz y perplejo a la vez. Estaba pescando carpas, si. Estaba manteniendo peleas épicas con peces de gran tamaño y fuerza, también. Pero el caso es que no conseguía meter ni una en la sacadera. Estos son los momentos en los que uno no debe ponerse nervioso para nada, así que salí del río, dejé a las carpas descansar, y aproveché para el habitual pissing and drinking break, o sea aliviado de vejiga y consiguiente recarga de la misma, a base de uno de mis sempiternos tes con limón. Hora de recapitular, y de paso empatar otra ninfa, lo más parecida posible a la tungstenizada pheasant tail de color verde, y a poder ser con un anzuelo un poco más resistente. Rehecho el aparejo, decidí retroceder por la orilla, para no "espantar el ganado" y volví a empezar a pescar la "zona caliente" desde el principio.
En este da capo, las picadas tardaron en llegar, pero mas o menos entre donde había tenido las dos anteriores, volví a clavar otra carpa... y la volví a perder en una breve pelea, cuando de un modo incomprensible  soltó la ninfa. Algo estaba haciendo mal, y no tenía idea del que. Frustrante, realmente frustrante. 
Hasta el momento, e inconscientemente, estaba pescando al más puro estilo "ninfeo de intensivo", o sea bastante corto y con tendencia a lanzar en diagonal hacia la orilla opuesta. Por un momento, cambié a pescar un poco más largo y de frente, completamente de cara al río, que no a la orilla, y fue entonces cuando vi moverse sospechosamente el indicador de picada, y esta vez no clavé de golpe, sino que conté lentamente hasta tres antes de dar el cachete y ... de nuevo picada brutal, pero esta vez la carpa salió disparada río arriba e incluso subió a la superficie. Paciencia, mucha paciencia, y sobre todo no forzar al pez, dejando trabajar el freno del carrete, que para eso está. Tardé un buen rato en  tener cansado al pez, pero al final ¡entró en la sacadera!.¡Victoria!¡Victoria!. No era desde luego la carpa más grande con la que me había peleado en esas últimas horas, pero no dejaba de ser un musculoso pez, nativo del río, de unos buenos 60 cms, ¡todo un torpedo con aletas!.
Tras la foto de rigor, vi con mucha pena que me quedaba bien poco rato de pesca: las horas habían pasado volando, y yo no había ni levantado apenas la vista del río. Volví a insistir en la "zona caliente" un rato más, pero con tanto jaleo las demás carpas parecían haberse asustado. En un día de pesca más "normal", hubiese sido hora de salir del río, y seguir andando, siempre al acecho de peces que se dejen ver, pero en esta excepcional ocasión, las dos y cuarto de la tarde ya era incluso más que lo que se podía considerar la "hora límite," para volver a casa con el tiempo suficiente de cumplir la promesa que la había hecho a mi hija: ir a ver la rúa del Carnaval del barrio.
La vuelta al coche, fue a auténtico "paso ligero", al puro estilo militar, y agradecí como nunca el que el viaje de regreso a casa fuera de menos de veinte minutos, a esa primera hora de la tarde siempre con tan poco tráfico, ya que es la que los convencionalismos determinan como la de comer. Por supuesto, tal y como os podéis imaginar, esta vez no hubo merienda pastelera.
¿Y el Carnaval? Bien, pues para mi hija divertido, todo y que creo que al final no fue disfrazada, ya que se vistió de Princesa Elsa de Frozen, y eso es como no ir disfrazado, pues gran cantidad de niñas optaron por llevar ese vestido, de princesa de los hielos, que ahora está tan de moda. Por mi parte, poco interés en la rúa de Carnaval. Nada puede sorprenderte, cuando pocas horas antes has visto, creído ver o quizás imaginado, truchas disfrazadas de carpa.       


JORNADA DE PESCA Nº 732


Temporada 2014 - 2015 - Nº 13

Zona libre sin muerte del Llobregat -ZLLSM-LL-32. Del puente de Mercabarna (El Prat de Llobregat) a la Riera del Morral del Molí (Abrera).
Río Llobregat

Pescador: Ferran RUBINSTEIN

Capturas: 1 carpa a ninfa

Climatología: nublado y templado

Caudal: bajo

Condiciones de vadeo: sin dificultad, pero recomendable la ayuda de un bastón de vadeo.

Hora de inicio de la jornada: 10,00 h.
Hora de finalización de la jornada: 14,15 h.

La música de hoy:

Hoy no han habido audiciones de música clásica, debido a que lo corto del viaje desde mi casa a la zona que he pescado, hubiese ocasionado tener que interrumpir obras de mi interés, y dejar la audición incompleta. Por esta vez, he escuchado la radio.